
¡Qué curioso!
La vida a veces nos arrastra a lugares y situaciones que jamás hubiéramos imaginado o proyectado.
No digo que sean escenarios buenos o malos, sino inesperados. Es como si en el gran teatro de la vida te dieran un papel para el que no estas o no crees estar preparado y con escaso tiempo para memorizar el guión. Sales a escena, recurres a todas tus herramientas e improvisas. Puede que hagas una magnífica escena y que se convierta, como por arte de magia, en el papel de tu vida o puede que salgas abochornado y hundido en el fracaso y lo peor, con miedo a la próxima escena.
También puede que encuentres buenos compañeros de reparto que te ayuden a sacar lo mejor de ti mismo o puede que encuentres a aquellos que te ponen la zancadilla para que ruedes por el escenario e incluso aquellos que, como tu, improvisan.
Y mientras estás sobre las tablas te vas modelando, acoplando a los demás o haciendo que se acoplen a tu ritmo, poniendo y quitándote atuendos y máscaras según convenga a la escena; riendo, llorando, observando, aprendiendo... y al final, ¿somos los protagonistas de nuestras vidas y los únicos responsables de ellas o llevamos a cabo el guión que nos ha tocado, aunque nuestras improvisaciones puedan darle un toque diferente?
A veces no sé que pensar.
.