Aparentemente, de vez en cuando los adultos se toman el tiempo de sentarse a contemplar el desastre de sus vidas. Entonces se lamentan sin comprender y, como moscas que chocan una y otra vez contra el mismo cristal, se inquietan, sufren, se consumen, se afligen y se interrogan sobre el engranaje que los ha conducido allí donde no querían ir.Del libro La elegancia del erizo de Muriel Barbery
A menudo tengo la impresión de que vivimos como autómatas, haciendo las mismas o parecidas cosas día tras día, rodeados del mismo entorno, acumulado una cantidad más o menos notoria de certezas, de hábitos, de costumbres y rutinas que nos hacen más llevadero el discurrir de nuestros días. Aislados en una burbuja de seguridad, dentro de un mundo de inseguridades.
Hasta que, con un poco de suerte, un día despertamos para darnos cuenta de que el mundo avanza, mientras nuestro mundo permanece anclado en una monótona y rutinaria cotidianeidad . Y entonces cuestionamos nuestras certezas, nos paramos a escuchar esa voz interna que nos habiamos empeñado en acallar.
Y hasta puede que tengamos el valor de enfrentarnos a ese muro interno de la resistencia que nos impidió dar el paso
Cambiar es toparnos cara a cara con todo lo que no nos gusta de nuestra vida, es asumir decisiones no siempre cómodas , es codearse con el miedo a lo desconocido y supone la inevitable ruptura de nuestra burbuja de seguridad para poder enfrentarnos a lo nuevo.
¿Nos atreveremos a ser libres?
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