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"Cuando yo tenía catorce años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarle. Pero cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años". Mark Twain
Hay una edad en la que cuestionamos todo lo que hacen nuestros padres; nos parecen desfasados y sentimos que no nos comprenden .
Hay una edad en la que nuestros hijos cuestionan lo que hacemos y decimos; y aunque a nosotros nos parezca que siguen necesitando de nuestro consejo y orientación, ellos nos sienten tan carrozas como sentimos en su día a nuestros padres y estan convencidos de que somos incapaces de entenderlos.
Hay una edad en la que empezamos a entender a nuestros padres y averiguamos el por qué de lo que hacían o dejaban de hacer y hasta hacemos nuestros muchos de esos razonamientos que nos parecían tan alejados de nuestra realidad .
Con el tiempo observamos, a veces un tanto perplejos, como crece esa comprensión y como nos acercamos "peligrosamente". Menos mal, que en otras aún seguimos sintiendo ese desfase ¿señal de que aún no somos tan viejos?
Hay una edad en la que , con cierta satisfacción del "ya te lo dije" (pero sin decirlo ¿eh?), observamos como nuestros hijos empiezan a descubrir que aquellos consejos que les dimos, aquellas palabras que pretendíamos les hicieran pensar, todo aquello que les negamos... tenían como único motivo hacerles gente madura y responsable de sus actos y decisiones... y que , aunque quizás no eramos los mejores padres, al menos los de sus amig@s no eran mejores que nosotros.
Para todo hay una edad.
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4 comentarios:
Ay Carmen, creo que yo ya empiezo a comprenderlo todo....
Un abrazo guapina
¡Señor que vertigo, y cuanto ridiculo se hace de joven!
Pluvisca, ya nos falta menos para comprenderlo todo, pero aún nos queda... ;D
Un beso
Tita, estas en mitad del camino, aún te queda mucho.
Ridículo lo hace quien no aprende, me parece que no es nuestro caso.
Un beso
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