jueves, 22 de julio de 2010

Las cosas que no me gustan


No me gusta la ingratitud

No me gusta la gente que tira la toalla sin luchar

No me gustan los chantajes emocionales ni quienes van de victimas

No me gustan los hipócritas que sonríen al pasar y clavan el puñal por la espalda

No me gusta que hagan las cosas por mi bien

No me gusta la falta de oportunidades

No me gusta que tenga más quien menos lo merece

No me gusta los que imponen su ley ni los que cierran fronteras

No me gusta que unos mueran de hambre mientras otros lo hacen de obesidad

No me gusta que alguien decida quien vive y quien muere

No me gusta ver tanta zafiedad y ordinariez en la televisión

No me gustan los camiones de basura que despiertan de madrugada, ni los que vuelven de sus fiestas y quieren que se enteren los que duermen

No me gusta el engaño, la mentira ni las medias verdades, venga de quien venga

No me gustan las coles de Bruselas

No me gustan los que matan a sus mujeres

No me gusta que los que roban a los ciudadanos salgan a la calle sin haber devuelto lo robado

No me gusta la incultura y menos los que se jactan de no haber leido núnca un libro

No me gustan los pederastas ni los violadores

No me gusta el dolor ni la enfermedad

No me gusta que no se respeten las zonas destinadas a los minusválidos

No me gustan los fittipaldi del volante ni los que se pegan al parachoques

No me gustan las chabolas, ni los techos de cartón

No me gustan los que venden fuego para que otros se lo pinchen en sus venas

No me gusta el pulgón de los rosales

No me gusta la subida del IVA

No me gusta pasar tanto tiempo sin ti

No me gustan las miradas huidizas

No me gusta la soledad no buscada ni deseada

No me gusta que ande por la calle tanto loco sin tratamiento

No me gustan los que piden con una mano y despilfarran con la otra

No me gustan los que creen que tanto tienes tanto vales

No me gustan quienes tratan de vender felicidad

No me gustan los que se aprovechan de la buena voluntad ni los que utilizan a las personas

No me gustan los empujones en el metro

No me gusta que se abandonen a los animales


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sábado, 10 de julio de 2010

Unidos bajo un mismo denominador común


A pesar de ser hija de un jugador profesional del fútbol, de que en el recuerdo, las tardes de los domingos de mi infancia están unidas al soniquete de los partidos retransmitidos por la radio y de que fueron muchos, muchísimos, los días en que de niña acompañé a mi padre por los campos de fútbol; reconozco que ni me gusta seguir a un equipo concreto ni entiendo nada de este deporte.
Sin embargo me dejo embriagar fácilmente por el fervor popular y me siento delante del televisor junto a los mios para ver a este equipo de mi España que tanta ilusión está generando.

Vivo y vibro con cada partido como si la vida me fuese en ello, los nervios y la angustia me atrapan cuando el tiempo pasa y no veo resultados positivos en el marcador y la alegría me desborda cuando llega el ansiado gooooooooool. Me ilusiono.

Viajo por mi ciudad y contemplo los balcones, ventanas y terrazas engalanados con la bandera.
Un grupo de adolescentes, chicos y chicas, gritan al unísono "yo soy español, español, español..." mientras exhiben la roja y gualda
En la parada del bus, veo a una niña- tendrá unos diez años- enfundada en una camiseta de la selección española y asida con ambas manos a una bandera de España. Me emociono.

Hace no demasiado, "no estaba bien visto" lucir nuestra bandera, declararse orgulloso de ser español. La sombra de ser tachado de fascista, oscurecía el gesto.
Esta brillante selección , jugadores de la talla de Nadal, Jorge Lorenzo,Pau Gasol... nos han unido a muchos españoles bajo un mismo denominador común: el de sentirnos orgullosos de ser y manifestar la españolidad, dejando atrás nuestros complejos.Reflexiono.

Es este nuestro país, cada día más multicultural, donde los que vienen de fuera se sienten orgullosos de su tierra, sus costumbres y su bandera ¿seremos capaces de hacerles llegar lo que nosotros sentimos por nuestros símbolos y nuestra Patria o seguiremos arrastrando nuestros complejos? ¿Cuánto nos durará este fervor patriótico?. Dudo.

De momento disfrutemos del sueño y esperemos que se haga realidad el próximo domingo.Disfruto.

viernes, 2 de julio de 2010

La doble vida



La rutina es un papel de lija que desgasta las ilusiones.

Demasiadas veces lo cotidiano nos conduce a la monótona repetición de conductas, conversaciones y escaramucillas sin vuelo que transforman las hojas de nuestro calendario en un libro sin texto.

Por el contrario, las ilusiones conseguidas son aquellas que quedan impresas para siempre en el libro del mejor recuerdo, esas épocas en las que tomamos conciencia de que el auténtico nivel de vida no lo da ni depende del dinero, sino de la felicidad, ese sentimiento que surge cuando lo soñado y lo vivido transcurren paralelos como los raíles del ferrocarril.

Por eso siempre hay que llevar una doble vida: la despierta y la soñada.

La vida despierta es ese obligado aterrizaje en el suelo duro que nos conduce a través de caminos proyectados por intereses ajenos, cuanto más masivos más semáforos, radares, velocidades limitadas y direcciones prohibidas.

La vida soñada es la que nos impulsa a salir de lo establecido y nos anima a idear, imaginar... elevarnos para buscar nuestros propios horizontes.

En una vida completa, soñar y caminar son vasos comunicantes, porque el ave no puede estar siempre volando, pero alzarse le permite divisar, entender y, por qué no, ambicionar otros panoramas.

En el suelo reposa lo conocido y cotidiano; en el vuelo despega el sueño y la sana ambición.

La felicidad es caminar los sueños.



Ángela Becerra




A veces la realidad se hace tan insistente que nos obliga a acomodar nuestros sueños a ella para no terminar frustrados, decepcionados,amargados por la distancia entre la una y los otros.
Realidades que nos anclan y nos sujetan a tierra firme. O , tal vez, realidades que nos obligan a elevarnos al mundo de los sueños, para no tener que enfrentarnos a lo que nos asusta.

Y así poquito a poco, casi sin darnos cuenta, empezamos por hacer pequeños retoques y ajustes para que las diferencias no parezcan tan grandes; convenciendonos de que es más importante la realidad que los sueños. Tal vez posponiendolos una y otra vez ... hasta que se quedan, en el mejor de los casos, olvidados en un rincón del alma.

Es bueno que nos recuerden que no todo puede ser pies en tierra ni vuelos por las nubes, que es necesario- y sano- que exista un equilibrio entre lo soñado y lo real. Que nos animen a encontrar el camino que nos lleva de uno a otro.
Y una vez encontrado, hacer todo lo posible por aprenderlo y recorrerlo con tanta frecuencia como nos sea posible, para que no termine por desaparecer entre la maleza del olvido y la rutina.



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