jueves, 11 de febrero de 2010

Compartir la vida


Dos hombres gravemente enfermos ocupaban la misma habitación de hospital. Ambos debian permanecer en la cama, pero uno de ellos tenía autorización para incorporarse durante una hora cada tarde, mientras su compañero de infortunio tenía que permanecer acostado.

Puesto que la cama del primer hombre estaba situada junto a la ventana, aprovechaba el tiempo en el que podía sentarse para mirar fuera y describir a su amigo todo lo que ocurría en el exterior.

La habitación daba a un parque con un magnífico lago. Los patos y los cisnes jugaban en el agua mientras los niños hacian navegar sus barcos de juguete. Los jóvenes enamorados caminaban del brazo. Todo era hermoso y bucólico. Durante una hora, el hombre sentado se lo describía todo a su compañero, con mucho detalle.

Aquel momento embellecia la jornada. Ambos hombres lo aprovechaban para contarse sus recuerdos, hablar de los hijos y de la familia... Mientras ambos olvidaban su enfermedad y aquello endulzaba un poco su desgracia.

Con el paso de las semanas, aquella cita de media tarde se convirtio en una especia de recompensa que alegraba su vida cotidiana.

Cuando llegaba la hora, la magia narrativa volvia a comenzar. El hombre describia las flores, los árboles, intentando adivinar su variedad, a los niños que jugaban con la arena, la vista de la ciudad a lo lejos. Escuchando aquelllos detalles, el otro cerraba los ojos de felicidad imaginando aquelllas hermosas y pintorescas escenas.

La vida transcurria así. Pero, cierta mañana, la enfermera entró en la habitación y descubrió que el hombre que estaba junto a la ventana había fallecido en su sueño.

Entristecida hizo que la ayudaran para trasladar el cuerpo ante los ojos de su vecino que lloró la desaparición de su amigo.

Cuando sintió que el momento era adecuado, solicitó si podian colocarle en la cama junto a la ventana. La enfermera se sintió feliz al complacerle y tras haberse asegurado de que estaba confortablemente instalado, le dejó solo.

Lentamente se incorporó sobre un codo para echar una primera ojeada al exterior. Tendría por fín la la alegría de ver por si mismo todo lo que su compñaro le había descrito tan bien ... ¡ Pero sólo vio una pared !

¿Por qué su desaparecido compañero le había descrito tantas maravillas si no habia nada? le preguntó a la enfermera.

"Sin duda para darle valor- respondió ésta sonriendo pues tal vez usted no lo supiera, pero era ciego"


La moraleja de esta historia es que a pesar de las propias preocupaciones produce una inmensa felicidad hacer gozar a los demás. Y es que la pena compartida divide por dos el dolor, en cambio la alegría compartida es doble.

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11 comentarios:

Pluvisca dijo...

Esta historia es conmovedora, yo la conocía y cada vez que la leo me emociono.

La verdad es que ser positivo y altruista como ese hombre hace que la vida se vea de otro modo.

Un abrazo grande

emilio dijo...

Que bella historia, había ya amistad entre ellos, y entre verdaderos amigos se hace lo que se puede por hacer feliz al otro.

Triste, pero hermosa.

Un abrazo.

Flautista de Neón dijo...

Ha sido un relato muy instructivo y hermoso.
Me ha gustado muchísimo.
¿Sabes? Me he sentido totalmente identificado con el ciego. Yo, en su lugar, hubiese obrado de igual forma.

Gracias por compartirlo Carmen.
Un abrazo ENORME !!!

anjali dijo...

Es una historia muy bonita y puestos ha reflexionar sobre ella, pienso que la vida es una pelicula que sucede en blanco y negro.

Los colores y matices con los que la interpretamos dependen de nosotros mismos. Por lo tanto, seamos positivos e interpretemosla con alegría y en lindos colores y ayudemos a que la gente de nuestro alrededor pueda verla con el mismo entusiasmo.

Un beso bien grande.

Contrapunto dijo...

Una historia hermosa, que aunque conocida, siempre viene bien releerla.

"Dar alegría, felicidad, darse uno mismo..........eso es AMAR.

Un beso

Paco Mira dijo...

Gracias Carmen por aportar estas bellas historias de la vida, esta la conocia de otra forma.

En esta ventana internauta donde nos ayudadas avanzar por la senda de la vida.

Abrazos

Sarah dijo...

Yo no conocía la historia y es realmente conmovedora, la gran suerte era la del ciego, que no necesitaba los ojos para "ver".
Para reflexionar...

Un saludo, Carmen.

Anónimo dijo...
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Carmen dijo...

PLUVISCA,

En ocasiones nacen personas generosas, altruistas, que abandonan sus confortables vidas para dedicarse en cuerpo y alma a quienes más necesitados están. Ellos son mis héroes.

Un fuerte abrazo.

Así es EMILIO, un auténtico amig@ siempre buscará la felicidad del otro.
¿Triste? Yo no la veo triste. La enfermedad y la muerte forman parte de la vida.

Un fuerte abrazo.

FLAUTISTA, he estado mucho tiempo en hospitales y casi siempre he encontrado una gran camaraderia entre los compañeros de habitación.
Supongo que las penas también unen.

Un fuerte abrazo.

ANJALI,

No hay mejor manera de ir por la vida que con una actitud como la tuya: de optimismo inteligente.
Los tonos grises son muy frios, sí pincelamos con colores cálidos, sin duda la escena quedará mucho más acogedora y nuestras impresiones más gratas.

Un fuerte abrazo.

Una definición perfecta de Amor, CONTRAPUNTO.
Me alegra que te haya gustado volver a leerla, porque aunque un pelín larga, merece la pena.

Un fuerte abrazo.

MERL, gracias a ti también, porque es estupendo compartir la vida con gente como tu.

Un fuerte abrazo.

Bienvenida SARAH. Me alegra saber que te ha gustado la historía.

Sí, era un ciego con más vista que muchos otros que tienen sus ojos en perfecto estado pero que no saben ver los auténticos matices de la vida.

Un fuerte abrazo.

Tita dijo...

Yo también la conocía, y me pasa igual que a Pluvis...siempre me emociono al leerla.

Muy hermosa. Un abrazo

Carmen dijo...

TITA,

Es hermoso que sigamos manteniendo la capacidad de sorprendernos y emocionarnos, aún con cosas ya conocidas.

Es bello compartir con gente tan hermosa como todos vosotros.

Un fuerte abrazo.